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Puebla > Cultura
viernes 26 de enero de 2007

ENTREPANES

Como si no fueran dos tiempos, dos vidas...

Alejandra Fonseca

El sentimiento le era familiar. Los muebles, las voces, los sonidos, los colores brillantes de las telas, de las ropas, de las paredes reflejados por la luz del sol que entraba por la ventana, también. Aun la fisonomía de las personas con las que se encontraba, sus rostros, sus cuerpos, sus gestos y ademanes, le eran conocidos. Y los olores, los sabores; sin embargo, nunca había visto antes a ninguna de ellas, ni tampoco había estado en esos lugares. Ni remotamente.

Fue una invitación generosa: viajar a un país lejano con gastos pagados por 15 días. Sacó su ropa del closet y cajones, la dobló y la puso sobre la cama; buscó sus mejores y más cómodos zapatos para caminar y para presumir. Aretes, pulseras, maquillaje, cremas, cepillo de dientes y de cabello. Todo lo puso sobre la cama con lista en mano para no olvidar nada y acomodarlo ordenadamente en la maleta.

Su intuición sabía que sería un viaje inolvidable. Conocer personas y lugares a los que no había ido nunca antes, la excitaba. Partió. Llegó al lugar donde la recibieron con gran emoción y alegría. Se sintió como en casa desde un principio y actuó como si la situación le fuera cotidiana.

Un día la invitaron a la casa de otros familiares en una ciudad cercana. Ella se vistió elegante y calzó sus zapatos de presumir. Iba guapísima. Desde que llegó al vecindario y el edificio al que entraría, se le hicieron conocidos. En esos momentos no prestó atención debido a la expectativa de conocer a las personas de quien tanto había escuchado hablar. Pero al entrar a la casa no pudo evitar sorprenderse.

“Ésta es mi casa”, sintió. Saludó a la señora que la recibió con gran cariño y calidez. Presintió conocerla. Su tono de voz y acento le eran comunes. Se maravilló al saber lo que se guardaba en los cajones del mueble del comedor. Conocía el botón de donde se prendían las lámparas, el cordón que se jalaba para abrir las cortinas y cómo entraba la luz del sol.

Maravillada, disfrutó cada sonido, cada movimiento, cada gesto. En un paréntesis se preguntó: “¿Qué es esto?, ¡yo lo he vivido antes!” Pero siguió como si no fueran dos tiempos, dos vidas. Permaneció en el continuo.

Salió impactada. A su acompañante le comentó su sentir. Después de un momento en silencio, el joven, le respondió: “A mí me pasó lo mismo alguna vez en un lugar que ni por error hubiera yo podido estar con anticipación. Después supe que había vivido ahí en otra vida y tenía algo pendiente. Por eso regresé. El que hayas venido no es casual. Estuviste aquí en otra vida y quizá, quizá algo o alguien te espera. Algo tienes que resolver. Abre bien los ojos porque quizá está frente a ti y no lo has visto...”

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