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Puebla > Estado
miércoles 24 de enero de 2007

OPINIÓN

Nunca es tarde para luchar contra las llamas

María Eugenia Mendoza

Lo anterior lo concluye Glucksmann, filósofo francés, en su artículo Balance del futuro, publicado en El País el 12 de enero de 2007. Este enunciado final me conduce a la asociación con otras llamas, como las de los fuegos prendidos para destruir el conocimiento, la cultura de los pueblos; piras alimentadas con cientos, miles de hojas de libros o, en el caso extremo, con seres humanos.

La quema de libros ha dejado profundas huellas en la historia humana: Alejandría, depositaria del legado griego, y Julio César y Teófilo, sus incendiarios; Granada, último bastión del desarrollo de la España islámica, y Cisneros, su ejecutor; Yucatán, prototipo de la cultura maya, y Landa, su verdugo; Alemania, pilar de la cultura occidental, y Hitler, xenófobo. No olvidemos que en nuestros días también ha ocurrido esta barbarie, en Sarajevo y Bagdad, con la destrucción de los acervos de bibliotecas y museos por los ejércitos serbio y estadounidense, respectivamente.

Además de esta forma de destrucción usando el fuego, existe un modo de aniquilamiento de la cultura con un poder destructor semejante al de las llamas, aunque tiene otra naturaleza: es virtual. Este fuego virtual proviene de acciones presupuestarias que pretenden destruir y reducir a cenizas el legado cultural de los pueblos, condenándolos así al vasallaje. Estas acciones han formado parte de la política presupuestaria aplicada por los gobiernos de muchos países en desarrollo, incluido México, durante varias décadas. Reduciendo paulatinamente los recursos financieros, provocan el agotamiento del quehacer cultural y científico.

Los responsables de asignar el presupuesto deberían saber que para mantener vivo cualquier conocimiento, éste tiene que cultivarse. Se necesita, ante todo, gente, jóvenes y adultos compartiendo experiencias; se necesitan los medios para poder desarrollar sus actividades: bibliotecas, aulas, laboratorios, talleres, espacios libres para el fomento de la discusión crítica, del respeto a otras formas de pensamiento; solamente así florece el conocimiento.

Muchos pueblos lo entienden así; planifican y dedican buena parte de su presupuesto para apoyar este florecimiento. La Unión Europea, en su reunión anual realizada en Lisboa en 2006, estableció al conocimiento como la base de su estrategia para convertirse en la economía más dinámica del mundo. El llamado “triángulo del conocimiento”, investigación+educación+innovación, resume la conectividad entre estas tres importantes actividades. A través del plan FP7 (Seven Framework Programme), que abarca el periodo 2007-2013, se instrumentará la estructura, cuyos principales objetivos son la cooperación (colaboración nacional e internacional), las ideas (investigación de frontera), la gente (movilidad) y las capacidades (infraestructura).

El desarrollo del conocimiento conseguido mediante este plan se prevé impacte en el crecimiento económico, la generación de empleos, la mejora de la calidad de vida de la población, la reducción de la pobreza, la mejor atención a la salud humana y la protección ambiental. En 2006 se destinaron 5.3 billones de euros, y está programado un incremento anual sustancial hasta llegar a los 11 billones de euros en 2012.

En el mundo desarrollado se cultiva el conocimiento, mientras que a México lo invade el fuego virtual. Si bien los legisladores aumentaron los recursos económicos para la educación respecto a la propuesta que envió el Ejecutivo federal, esta cantidad apenas permitirá mantener lo que se tenía, pero no crecer; sin embargo, es muy grave que el presupuesto aprobado por la Cámara para el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) es de apenas 9 mil 330.6 millones de pesos, lo que no representa ningún aumento real en el presupuesto para el cultivo de la investigación. Resulta particularmente afectada la investigación que se desarrolla en las universidades públicas estatales, como la UAP y los Centros de Investigación dependientes del Conacyt, entre los que se encuentra el INAoE, en Tonantzintla.

El financiamiento de los proyectos de investigación en las universidades, las becas para estudios de posgrado en México y en el extranjero, y la modernización de la infraestructura para la investigación dependen en un altísimo porcentaje del Conacyt. Esta prolongada sequía de recursos para el cultivo del conocimiento hará que el fuego se propague, y de no actuar rápido, pronto veremos cenizas de lo que fueron importantes grupos de investigación.

Nunca es tarde para apagar el fuego; actuemos organizadamente estudiantes y académicos para demandar un presupuesto extraordinario y salvar lo que aún sea posible.

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