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Puebla > Cultura
viernes 3 de noviembre de 2006

CINE

Almodóvar: Volver para quedarse

Alfredo Naime

No hace mucho, una revista estadounidense especializada sugirió (a discutir) que Pedro Almodóvar pudiera ser el más grande director fílmico trabajando. Suena un poco a exageración, pero Volver, su película más reciente, te hace considerar la idea. Presentada en la más reciente edición del Festival de Cannes, la cinta fue muy bien acogida y terminó recibiendo galardones: a mejor guión y a mejor actriz, otorgado éste no a una intérprete específica, sino por su gran trabajo al conjunto de actrices principales del film (así, como ensamble): Penélope Cruz, Carmen Maura, Lola Dueñas, Blanca Portillo, Yohana Cobo y Chus Lampreave. También fue reconocida este año en el Festival Internacional de San Sebastián, con el premio al film del año de la Fipresci (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica). En abril, además, la Cinemateca Francesa abrió una retrospectiva del trabajo de Almodóvar. Así pues, es imposible soslayar el gran momento –de unánime reconocimiento– por el que atraviesa el cineasta manchego de 57 años.

Volver es probablemente la película más española y más realista de Pedro Almodóvar. Focaliza su atención en tres generaciones de mujeres, definidas así, muy bien, por el crítico Glenn Kenny: todas han sido agredidas, pero ninguna de ellas está dispuesta a jugar el papel de víctima. El argumento encuentra su cauce principal en Raymunda (Penélope Cruz), mujer de la clase trabajadora, casada con Paco, un obrero en paro. Una noche, al regreso del trabajo, su hija adolescente Paula (Yohana Cobo), le hace saber que Paco intentó abusar de ella, por lo que debió defenderse con un cuchillo de cocina. Como consecuencia del forcejeo, el tipo yace muerto, desangrado. Será este fatal incidente el que orillará a Raymunda a reaccionar en consecuencia; no sólo en cuanto a cómo encubrir la muerte de Paco para proteger a su hija, sino también en cuanto a encarar los efectos de su propia historia, en la que está involucrada Irene (Carmen Maura), su madre, fallecida en un incendio pero cuyo fantasma parece decidido a reaparecer entre su parentela, para arreglar los entuertos de familia y saldar las cuentas pendientes. En este proceso quedan también involucradas Sole (Lola Dueñas), hermana de Raymunda y abandonada por su marido; Agustina (Blanca Portillo), vecina y amiga de la infancia, que sueña con encontrar a su propia madre; y la tía Paula (Chus Lampreave), hermana de la difunta Irene, quien fungirá en el primer acto de la película como una suerte de núcleo en torno al cual giran las conductas de estas mujeres. En lo geográfico, todo oscilará entre la barriada madrileña a la que han ido a refugiarse Raymunda y Sole, y el pueblo manchego de los eventos originales.

Volver es por muchos conceptos una película conmovedora y en ningún caso ordinaria. Carece de los excesos y del abigarramiento de otros filmes de su director, pero conserva el vasto humanismo que ha sido en él rasgo distintivo. En efecto, mucha de la magia de la película surge del sobresaliente desempeño de las actrices, al encarnar a estas féminas aparentemente subyugadas por los infortunios que les dicta el sofocante viento solano –llamado así por soplar desde donde el sol nace– que en Volver es una metáfora física, omnipresente, de las tribulaciones de las tres generaciones de protagonistas. En este contexto, Almodóvar ha conseguido una obra entrañable, que les otorga la oportunidad de defenderse, de reencontrarse, de unirse para hacerse fuertes; de hacerse indestructibles desde su vulnerabilidad. Un poco –o un mucho quizá– al estilo del neorrealismo italiano; tal vez sea por eso que, en Volver, Penélope Cruz constantemente remite a Sofía Loren, así como –algo menos– Carmen Maura recuerda a Giulietta Massina. Así, entre la fraternidad y el dolor cotidianos; entre las adversidades y la búsqueda de espíritu para superarlas; y frente al anhelo de vivir como se debe en vez de como se puede, decididamente esto se nos ofrece como un Volver para quedarse.

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