"Periodismo regional a la medida de su tiempo"

EnviarEnviar Imprimir

Puebla > Política
miércoles 16 de agosto de 2006

SIN LÍMITES

Homenaje a Murad

Hablando de alcaldes y política

Bartlett, ¿candidato a la alcaldía?

Raúl Torres Salmerón

El pasado 9 de agosto se cumplieron 20 años de la muerte de quien sin duda ha sido el mejor alcalde de Puebla en los tiempos modernos: Jorge Murad Macluf.

Encabezaron la ceremonia tradicional en el panteón Valle de los Angeles la señora Dervylia González de Murad y sus hijos Jorge, Emilio y Dervylia Murad González y sus nietos.

Murad inició la desconcentración comercial, desalojó a los vendedores ambulantes del Centro Histórico, construyó los mercados de apoyo –con una visión de 25 años–, abrió nuevas vialidades, solucionó el problema del agua potable, entre otras cosas. Llegó a la alcaldía en medio de una crisis electoral, donde fue duramente cuestionado y murió acompañado por una multitud de poblanos que se congregó desde el zócalo, de donde salió el ferétro hasta el panteón Valle de los Angeles, donde los poblanos le dijeron adiós.

Murad fue alcalde de Puebla en el trienio 1984-1987 y murió en un accidente automovilístico a seis meses de terminar su gestión.

Asistieron los funcionarios de ese gobierno municipal: los secretarios generales Melquiades Morales Flores y José Martínez Escobar; el tesorero Antonio Ceballos Benítez; el director de Gobernación José Ríos Arias; el director de Planeación y Ecología Antonio Pérez Díaz; el director de Acción Cultural y Social, Moisés Carrasco Malpica; el secretario técnico, Javier Pérez Rocha; el contralor Víctor Cárdenas Guzmán; el director de Comunicación Social, Raúl Torres Salmerón; el secretario particular, Héctor Méndez; el director de Servicios Públicos, Jesús López Robles.

Los regidores César Pérez López; Héctor González Reyes, Gustavo Castell Sosa, Jesús Contreras Flores, Héctor Fragoso Tovar, Juan Ramón Palafox. El empresario José Luis Castillo Díaz, presidente del Consejo Consultivo del Municipio de Puebla. También líderes de comerciantes y amigos de la familia.

El orador del evento fue el periodista Jesús Manuel Hernández. También habló Jorge Murad Koppel, quien recordó a su abuelo.

Pleitos internos

Y hablando de alcaldes y del importante papel que juegan en la actualidad, algunos ediles priístas pero también algunos panistas, pueden padecer de idiocia.

Ello explicaría la actitud del Secretario de Gobernación, Javier López Zavala, priista empeñado en pelear desde ahora la gubernatura en contra del alcalde también priista Enrique Doger Guerrero.

Sólo quien padece de idiocia, puede iniciar una guerra de declaraciones en contra del principal presidente municipal del estado, en medio de la debacle priista, luego de quedar en el tercer lugar en preferencias electorales.

El gobernador Mario Marín los exhortó a trabajar por Puebla.

López Zavala no se ha dado cuenta que el marinismo como grupo, está muy limitado desde el 14 de febrero, luego del escándalo de Lydia Cacho. Podrán llegar a ser candidatos por el PRI, pero dificilmente triunfarán.

A Zavalita, –como le llamaba el inefable ex alcalde panista de Puebla, Luis Eduardo del Sagrado Corazón Paredes y Moctezuma– se le olvida el trabajo que hizo a favor de Marín, lo mismo que hoy le censura a Doger, sólo porque aspira al mismo cargo que él.

La conclusión es simple: solamente unidos los priistas podrán retener la mayoría de alcaldías y el congreso local, a menos de un año y medio de las próximas elecciones estatales intermedias.

En caso contrario, en buena medida estarán pavimentando el camino para la llegada del PAN y el PRD a esos puestos de elección popular.

Grandes personajes

En el tema de los alcaldes, a nivel nacional y mundial, su papel es relevante. Los hay muy buenos y opacan a presidentes y primeros ministros y gobernadores.

En México no pueden faltar presencia política, protagonismo y escándalo, van de la mano. El mejor ejemplo: Andrés Manuel López Obrador, conocido en todo el mundo como el alcalde de la ciudad de México. En el Distrito Federal pese a ser electo, se le conoce con el eufemismo de Jefe de Gobierno, así está asentado en la ley. Nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde llegará en su afán de ser presidente, aunque sigue siendo alcalde con licencia.

A nivel mundial, relata Ilán Semo (La Jornada, mayo 21, 2005), la revista Time dedicó su portada y un extenso reportaje a 5 alcaldes europeos.

Cada uno ha robado la atención nacional por su rating de popularidad que supera a otros políticos, incluidos presidentes y primeros ministros, por las transformaciones que han impulsado.

Hay quienes han escuchado hablar de Walter Veltroni en Roma, Ken Livingstone en Londres y Bertrand Delano‘ en París. Hace cuatro años Klaus Wowereit, en Berlín, fue el primer político alemán que declaró públicamente su homosexualidad, y Annita Hillstrom, emprendió algo parecido a una revolución para enfrentar el grave problema de la vivienda en Estocolmo.

Estos cinco ruidosos, excéntricos y originales alcaldes fijan agendas nacionales, deciden gastos federales, definen coaliciones nacionales y dividen a sus sociedades en un “a favor” o “en contra” radicales.

Walter Veltroni, miembro de izquierda democrática, el mayor partido de oposición a la derecha italiana, aparece en la reciente novela de Ian McEwan, Sábado, cuando el protagonista trata de imaginar “un hombre civilizado que gusta del jazz y con pasión por la cosa pública”. Desde 2001, Veltroni dio la espalda a la política convencional de usar la alcaldía de Roma para aceitar máquinas nacionales y emprendió una reforma social y cultural en una ciudad desgastada por la falta de identidad, la caducidad de sus servicios y la ausencia casi completa de iniciativas efectivamente públicas.

En Londres, Ken Livingstone, antiguo laborista fue expulsado de su partido por oponerse a la segunda reelección de Tony Blair, crítico de la participación inglesa en la guerra de Irak, promovió un impuesto al tráfico para los automovilistas que querían entrar a la zona central de la ciudad.

Los alcaldes de Berlín y París, también socialistas, han hecho fama por el eslogan de que la eficiencia económica no tiene por qué estar reñida con la calidad de vida. Si lo han logrado o no es algo que no parece importar a sus votantes, que los apoyan aun a la hora de recortes presupuestales y medidas antipopulares.

Los cinco son políticos de una izquierda que ha sustituido los grandes relatos, la ideología y los cantos del futuro por una administración efectiva, muy imaginativa y sobre todo social sin romper con los equilibrios generales.

Marta Durán de la Huerta escribió (La Jornada, octubre 12, 2003), sobre un alcalde popular, cincuentón, hijo de una familia humilde y gobierna Berlín con un crudo plan de austeridad que incluye tarifas diferenciadas en algunos servicios (quien tiene más, paga más).

Cuenta, además, con un respaldo popular de 83 por ciento, según las encuestas. Antes de ser electo sacudió la política de su país con dos palabras: “soy homosexual”.

Ese alcalde de Berlín salió de las filas del Partido Socialdemócrata. Se trata de Klaus Wowereit. En el congreso de su partido, el candidato dijo: “queridos compañeros y amigos, algunos ya lo saben, otros no; soy homosexual y está bien así”, dando un paso nunca antes visto en la política alemana. Nadie se había atrevido a hacer pública su preferencia sexual. El nuevo alcalde le mojó la pólvora a sus detractores y a la prensa amarilla.

Destacan también Rudolph Giuliani de Nueva York con su estilo autocrático, difícil de contactar, quien se movía con un gran dispositivo de seguridad, impulsor del régimen de tolerancia cero contra el crimen y héroe después de los atentados del 11 de septiembre. Ganaba 195 mil dólares anuales.

Su sucesor –el millonario– Michael Bloomberg, cambió el estilo. Es abierto, democrático, delega los temas a expertos, es transparente en la información, accesible. Viaja en metro con una pequeña escolta y gana un dólar al año.

Pero también hay malos alcaldes. Tan sólo dos ejemplos. Baste recordar en Puebla al inefable panista Luisito Paredes, con todos sus excesos y anécdotas.

Y en Barcelona, Pasqual Maragall acuñó un neologismo: maragalladas, por su forma peculiar de enfrentar los problemas. La maragalla se ha convertido en sinónimo de descalificación, por sus constantes metidas de pata, salidas de tono y equivocaciones

Bartlett, ¿alcalde?

Quizá después de analizar la importancia de los ediles, vale la pena retomar la idea del politólogo Antonio Hernández y Genis, quien escribió el pasado lunes en su columna Esta Voz del diario Intolerancia, pese a ser un antibartlista consumado, que el ex gobernador, ex secretario y actual senador de la República, Manuel Bartlett Díaz, debe ser el próximo candidato del PRI, a la alcaldía de Puebla.

Hay un antecedente. El ex gobernador Alfredo Toxqui Fernández de Lara, después de ejercer el cargo de gobernador, fue un excelente alcalde de su ciudad natal San Andrés Cholula.

¿Por qué Manuel Bartlett no podría ser alcalde de la Angelópolis, ciudad que lo vio nacer?

Menciona Hernández y Genis, rememorando al estadista Charles de Gaulle, al restaurar la V República francesa: “Los franceses no me aman, pero me necesitan”.

Don Manuel Bartlett Díaz está en la misma situación, pero con los poblanos y tiene la última palabra.

En fin, como escribió Darío Fo, premio Nobel de Literatura 1997 (La Jornada, febrero 26, 2006) quien se lanzó como candidato a la alcaldía de Milán y perdió a punto de cumplir los 80 años. Pronunció un discurso que nuestros políticos, tan dados a verse en el centro del centro, jamás se atreverían a pronunciar:

¡Yo no soy un moderado!

¡Si buscas un moderado, ten cuidado a la hora de votar por mí,

porque conmigo se corre peligro!

¿Pero de verdad quieres un alcalde moderado?

El moderado es fuerte con los débiles y débil con los fuertes.

El moderado finge resolver los problemas sin afrontarlos.

El moderado se hace de la vista gorda ante la especulación inmobiliaria.

El moderado echa a los inquilinos de sus casas en el centro

y después se las revende a los magnates de la especulación.

El moderado transforma en gueto la periferia.

El moderado acepta una escuela para ricos y una para pobres.

El moderado deja que la ciudad se vuelva más y más triste, y aplaude los rascacielos, donde no se ven niños jugando ni gente pedaleando en bicicleta.

El moderado teme disgustar a los ciudadanos que cuentan.

Y no concede la palabra a los que no tienen voz.

El moderado jamás cambiará nada.

El moderado no resolverá el problema de la contaminación

de Milán, no salvará los pulmones setentones de los niños de 5 años.

El moderado no los librará del tráfico, del millón de automóviles que, con sus pedorretas, han transformado la ciudad en una cámara de gas.

Hoy, al parecer, no ser moderado es un defecto o un delito;

o bien un privilegio de los jóvenes.

¡Pero hacen falta muchos años... para llegar a ser verdaderamente jóvenes!

Milán, si mi música te suena demasiado fuerte, entonces quiere decir

que te estás volviendo demasiado vieja.

No hay moderado que haya hecho historia,

como no hay moderado que haya ganado un Nobel.

¡Yo no soy un moderado!

Seré un alcalde que arriesgue.

Porque creo que el riesgo del cambio es la única respuesta correcta para quien invierte su voto en un proyecto para Milán.

Si se deciden a votarme, arriesgan mucho...

¡Se arriesgan incluso a encontrarse, finalmente, viviendo en una ciudad mejor!

EnviarEnviar Imprimir