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Puebla > Salud
viernes 26 de mayo de 2006

EPIDEMIO-LÓGICA

Neoliberalismo y salud

José Gabriel Ávila-Rivera

Pocos términos llegan a ser tan confusos como las palabras salud y neoliberalismo; sin embargo, ambos vocablos son utilizados actualmente en una forma indiscriminada, sin entenderlos. Como médico, siempre me he sentido atraído por algunas ideas del pensamiento económico y social, pero no precisamente por afán de lucro en lo profesional, sino porque a casi 20 años de haber salido de la universidad, he percibido intensos fenómenos en las esferas política, económica y social con repercusiones en la salud, e invariablemente, con una constancia perpetua, persistente, imperecedera y continua, pues siempre el que sale perdiendo es el pobre.

Cuando se es médico de vocación, esto lastima la conciencia e invita a la reflexión. De ahí que, con todas las limitaciones que me impone la ignorancia, trato de desglosar lo que desde mi particular punto de vista significa el neoliberalismo y su repercusión social. Por principio de cuentas, hay que entender que todo surge a través de un movimiento en el pensamiento ideológico que fue iniciado hace muchos años. Dos ingleses llamados John Locke (1632-1704) y Adam Smith (1723-1790) son de lo más representativo en el pensamiento liberal, y aunque sus teorías abarcan aspectos múltiples, consideraban que el mercado debía ser respetado, ya que constituía en sí el “motor” del progreso. Esta condición debía sostenerse con la libertad de comprar y vender de acuerdo con las “leyes del mercado”, donde sobresalen la oferta y la demanda, de modo que se estableciera una especie de juez imparcial o mano invisible que pudiese regir el interés de todos.

Así, uno podría entender que “donde no hay competencia, hay incompetencia” y de este modo, en una forma casi automática, los individuos y las naciones buscarían un nivel gradual de superación basado precisamente en la natural inclinación del hombre a ser mejor y destacar, pero el neoliberalismo va más allá del libre comercio (liberalismo), pues bajo este principio (neoliberal), las leyes de los países deben doblegarse o someterse al mercado y no al revés. Esto hace que el pensamiento neoliberal rechace cualquier política intervencionista y social que regule en lo más mínimo las “transacciones”, sobre todo a nivel internacional; entonces se le quita al poder político su influencia sobre los movimientos del capital, de modo que la libertad de intercambio no sea sujeta a análisis, aun cuando vaya en perjuicio del país que lo permite (como la “chatarra china” que nos invade actualmente).

Por esta razón, automáticamente se opone a cualquier medida proteccionista, y así exige la privatización de las empresas públicas considerando que el individuo debe luchar para alcanzar sus beneficios, de acuerdo con sus capacidades e intereses, motivando la competencia y generando una especie de “inercia” que debe llevar a la sociedad por un mejor camino, pero el problema es el capital, o sea, el dinero. Aquél que tiene los medios de producción y quien posee riqueza tiene la ventaja, independientemente de las capacidades naturales de cada individuo o nación, para sobresalir en la “libre competencia”. No importa si se sabe, si se trabaja, si se conoce o si se es más. Lo importante es si se tiene más, pero haciendo extensivos estos conceptos a la salud, nos damos cuenta de varias cosas que actualmente suceden en México y que nos ponen en un verdadero estado de crispación. El llamado Seguro Popular aparentemente se opone a la idea neoliberal, en el sentido de que propugna una medida proteccionista para la salud general; sin embargo, en un contexto oculto y perverso, busca conducir a las instituciones de salud a un verdadero caos, sometiéndolas a una demanda de servicios que jamás podrán superar.

Esto condiciona que, ante una urgencia médica, se tenga que recurrir a la medicina “particular” que, independientemente de lo costosa no necesariamente es de calidad, pues no tiene una infraestructura de buen nivel, a menos de que sea exorbitantemente cara. Bajo estas circunstancias, lejos de encontrar una igualdad de oportunidades para todos, representa una verdadera perversión, con una ideología empresarial inhumana, monopolista y totalitaria. Las consecuencias de este proceso pueden generar varios fenómenos; sin embargo, es claro que lo más delicado gira en torno a la descomposición social, fenómeno que todos ya estamos percibiendo en la actualidad. No es entonces un político el “peligro para México”. La alarma verdadera es darle continuidad al pensamiento neoliberal actual, donde puede más... el que tiene más.

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