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Puebla > Estado
viernes 10 de marzo de 2006

Colusión de la Semarnat con los taladores podría generar violencia en Chiautzingo

Martín Hernández Alcántara

La presunta colusión de la delegación de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) con pobladores de San Agustín Atzompa que están talando el Campo Experimental del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap), podría desatar en las próximas horas una confrontación violenta, porque las personas de San Juan Tetla, San Antonio Teotlalco y San Felipe Teotlalcingo, están dispuestas a frenar a como dé lugar a los depredadores, incluso si la vida se les va en la defensa del bosque.


Dentro del Campo Experimental ayer había centenas de troncos derribados. De muchos todavía escurría resina, indicio de que fueron cortados recientemente, en un periodo aproximado de ocho a 15 días como máximo, según los cálculos de campesinos de Tetla n Foto: Abraham Paredes

Ayer, los habitantes de San Juan Tetla iban a impedir en su territorio el tránsito de sus vecinos de Atzompa, como primera medida para detener la deforestación avalada por la dependencia federal. No lo hicieron por un suceso fortuito: la muerte de un joven soldador, a quien el pueblo entero le guardó luto.

Sin embargo, los tetlaences llevarán a cabo su plan hoy en la tarde, pues aunque tienen una reunión de concertación con San Agustín, a instancias del edil panista de Chiautzingo –municipio al que pertenecen ambas juntas auxiliares, además de la de Teotlalco–, Abraham Pérez Núñez, están seguros de que no podrán convencerlos de que detengan el derribamiento ilegal de árboles, sobre todo porque el munícipe está del lado de los taladores, pues se dice que desde su campaña les prometió entregarles el Campo Experimental del Inifap, a cambio de votos.

A la causa de la gente de Tetla y San Antonio se han sumado además los pobladores del municipio de San Felipe Teotlalcingo, quienes también están indignados con la complacencia que la Semarnat, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y demás instituciones encargadas de la protección del bosque, han obsequiado a personas que están explotando recursos que no sólo son de exclusiva propiedad federal, sino que se encuentran en una zona vedada.

Ayer esta casa editorial realizó un recorrido por aquella región de la Iztaccíhuatl y pudo constatar que el hartazgo y la rabia están a punto de desbordarse. También confirmó lo que el 7 de febrero denunció la gente de San Juan, San Antonio y San Felipe: que los pobladores de San Agustín están en poder de las tierras del Inifap y que condicionan el ingreso a esa zona, que es de carácter público, a cualquier persona que no sea de su agrado.

Ecocidio con anuencia

Dentro del Campo Experimental ayer había centenas de troncos derribados. Muchos todavía chorreaban resina, indicio de que fueron cortados recientemente, en un periodo aproximado de ocho a 15 días como máximo, según los cálculos de campesinos de Tetla, quienes acompañaron a este periódico en el recorrido.

En la superficie de algunos sectores del bosque había también abundantes cantidades de aserrín y costeras de troncos que fueron procesados en el monte y reducidos a polines para transportarlos, posiblemente a la compañía Los Cedros, ubicada en Santa Cruz Analco, dijeron los labriegos.

El panorama era desolador: los hombres de San Juan mostraron al reportero troncos de los árboles que estaban infectados con el gusano descortesador. Presentaban como marca de su mal, surcos perpetrados por el insecto y tenían un color blanquecino. Esos se supone que eran los únicos vegetales que tenía autorizado talar Elia López Zabaleta, la mujer a la que inexplicablemente la Semarnat le entregó un permiso de saneamiento en un bosque que pertenece a una institución del gobierno de la República, tan sólo porque presentó documentos que “le acreditan la propiedad” de la zona. Documentos que fueron autorizados por el ayuntamiento panista de Chiautzingo, una entidad que ni siquiera es competente en materia ambiental.

Pero casi todos los árboles que yacían en el suelo ayer tenían un vivo color rosado y, sobre todo, pesaban. Los hombres aprovecharon para comparar y de paso, hacer una prueba irrefutable: se pararon sobre los troncos blancos, abatidos por la plaga, saltaron sobre ellos y los hacían moverse fácilmente; luego aplicaron la misma tónica a los restos de árboles que no estaban contagiados y apenas lograron variar su posición.

“Cuando un árbol está bueno, sano, pesa mucho y casi no se puede mover, pero si está enfermo, plagado como éstos, se mueven bien fácil”, explicó uno de los campesinos. Un conocedor consultado en la noche dijo que la diferencia de kilos se debe a que el gusano descortizador devora a los vegetales. Obviamente, los sanos conservan su peso hasta la hora de ser cortados y aún cuando tienen apenas pocos días de muertos.

El ecocidio indignó hasta el tuétano a los campesinos de Tetla, quienes ya de por sí estaban enojados porque casi tuvieron que rogarle a los invasores de Atzompa que les permitieran ingresar al Campo Experimental. Y es que, desde que invadieron el predio hace ocho años, los de San Agustín borraron el nombre del Inifap de la caseta de entrada al santuario, le inscribieron el de su pueblo, arrancaron las puertas y colocaron troncos para restringir el acceso. En alguna temporada hasta les dio por cobrar 25 pesos por permitir el paso.

Venta ilegal, avalada

Luego de que se posesionaron de los terrenos y corrieron a los investigadores y guardabosques del instituto, contaron los de Tetla, la gente de San Agustín se dedicó a depredar a su libre voluntad, acabando en algunas zonas no sólo con la vida de los árboles sino de otras especies silvestres como gatos monteses, gallinas de monte, coyotes, águilas, ciervos y armadillos entre otros cientos de animales y plantas.

El Inifap tramitó un juicio para recuperar las mil 158 hectáreas de bosque que le donó el desaparecido magnate William O’ Jenkins en la primera mitad del siglo pasado, pero hasta ahora la causa no ha progresado.

A los invasores de San Agustín no les preocupó mucho el litigio y en los meses recientes le vendieron a Elia López Zabaleta el 10 por ciento de la extensión total del Campo, es decir, 158 hectáreas. La ilícita transacción fue validada por el cabildo de Chiautzingo, y luego, ya se sabe, avalada por la Semarnat, cuyo primer representante en Puebla es el delegado José Antonio Díaz García, coincidentemente, correligionario del edil Abraham Pérez Núñez, en el Partido Acción Nacional (PAN).

Los labriegos, ejidatarios y autoridades auxiliares de Tetla, Teotlalco y Teotlalcingo han exigido con tenacidad la intervención de las autoridades para frenar la depredación, pero todas las instancias a las que han acudido a nivel federal les han prestado oídos sordos.

Hartos de la indiferencia oficial –muchos de ellos piensan que en realidad se trata de una complicidad con los taladores–, los campesinos emprendieron una serie de acciones por su cuenta. Por ejemplo, cavaron enormes cunetas para evitar que los troncos y polines fueran sacados por los de San Agustín.

El 6 de enero del presente año, campesinos de San Juan Tetla detuvieron a dos camiones que eran escoltados por la Policía Municipal de Chiautzingo e iban repletos de troncos. En uno de ellos, aseguran, viajaba nada menos que Elia López Zabaleta, quien los amenazó con llamar a la Policía Judicial, a la Agencia Federal de Investigación y a otros cuerpos de seguridad pública, pretextando que le estaban coartando su derecho al libre tránsito. Los labriegos no se amedrentaron e hicieron que ambas unidades se quedaran en el atrio del pueblo. Después llamaron a las autoridades del medio ambiente para que constataran el decomiso civil y se llevaran los vehículos, pero nada pasó.

Dos semanas más tarde, el 21 de enero, hombres y mujeres de San Juan subieron hasta el Campo Experimental para detener otro camión, también abastecido a más no poder de cadáveres de árbol. En esa ocasión, cansados de los abusos de los pobladores de Atzompa, sus vecinos, incendiaron una cabaña que éstos habían improvisado para los momentos de descanso que se daban entre el trajín de las motosierras.

En esa ocasión, los de Tetla también capturaron a un par de individuos que portaban uniformes de camuflaje y cortes de soldado raso. De hecho, la pareja dijo ser guardabosques de San Agustín y pertenecer al Ejército Mexicano –simultáneamente–, mentira que cayó por su propio peso a las pocas horas de su detención, cuando fueron entregados a la Policía Estatal. A decir de uno de los labriegos que ayer hizo el recorrido por el Campo Experimental, los sujetos fueron liberados de inmediato.

Los tres camiones y el cargamento decomisado siguen estacionados en el atrio de San Juan Tetla. Ahí han permanecido por más de dos meses, pese a que han sido vistos por funcionarios de la Procuraduría General de la República, de la Semarnat, Profepa, la Policía Estatal y otros servidores públicos que durante todo este tiempo no han hecho nada por detener la deforestación. Hoy, los campesinos de la región están dispuestos a hacerlo al costo que sea.

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