"Periodismo regional a la medida de su tiempo"

 

Puebla > Cultura
martes 28 de febrero de 2006
ARISTAS DE LA CIUDAD

El Gallito, tiempo y encuentro

Elvia Sánchez de la Barquera

El gran espacio que hoy conocemos como Paseo Bravo ha sido importante en la historia de Puebla y ha ido cambiando de nombre, de tamaño, de fisonomía y también en sus esculturas, monumentos y mobiliario público.

Para el siglo XVIII sólo abarcaba dos de sus actuales manzanas, ya que las restantes estaban ocupadas por construcciones habitacionales. En estas dos manzanas estaba lo que se conocía como Plaza del Parral, donde había una horca que fue retirada a petición del dominico Fay Vicente Magor. En este espacio fueron fusilados el Mariscal de Campo de los Insurgentes Miguel Bravo en 1814, y Manuel Fernández de Echeverría y Veitya (sobrino del conocido historiador de Puebla) en 1816, por haber prestado ayuda a los insurgentes.

En 1823, el Congreso general de México decretó que se habían de adornar todos aquellos lugares en que hayan sido sacrificados los hérúes que forjaran la independencia de esta nación, decreto que afianzara en sus manos el estado y el ayuntamiento de Puebla hasta 1827, por lo que el primer monumento que habitó este espacio abierto fue una pirámide hecha de cantería y con un águila en la cúspide, rodeando el conjunto una balaustrada. Este monumento fue el pretexto para plantar árboles en su derredor, acto que le marcara como un espacio abierto destinado para área verde.

El conocido historiador Hugo Leicht menciona el busto a Miguel Bravo y dice que estaba hecho de bronce y que fue instalado por su sobrino Nicolás Bravo al pasar por Puebla después de su destierro. El busto fue manufacturado por el escultor Murillo y sufrió, según algunas crónicas, varios actos de vandalismo, cambios constantes en el lugar a instalarse dentro del paseo, finalmente fue donado al Museo Militar y extraviado durante la Revolución.

Sin embargo, desde 1818 ya existía la intenció de crear un paseo, proyecto que se encargó al arquitecto Antonio Santa María Incháurrigui; sin embargo, los primeros trabajos para abrir el espacio (derrumbe de casas) comenzaron hasta 1832, para destinar este espacio al cementerio y para extender el paseo de San Javier o Alameda Nueva, como se le llamó inicialmente al Paseo Bravo.

Ya para 1852 este paseo se distinguía por sus fresnos, plantas, fuentes y siete importantes portadas de cinco a seis metros de altura que daban entrada al paseo, de entre estas se distingue la del Templo de Guadalupe.

Además de las esculturas que ya se mencionaron en otros artículos, se colocó un mueble público distintivo de la ciudad y de la época, y que es un referente local y locativo, ya que sirve como punto de encuentro entre las más variadas relaciones interpersonales, ejemplo de ello se tuvo este domingo 26 de febrero.

En 1921, en la esquina noreste del Paseo Bravo, frente a la avenida Reforma, se coloca y estrena un reloj coronado por un gallito, símbolo de la nación francesa. Es un obsequio para la ciudad de Puebla de parte de la Colonia Francesa avecinada en la angelópolis, para conmemorar la consumación de la Independencia (27 de septiembre de 1921).

Así tenemos un ejemplo de Art Nouveau en mobiliario urbano, un marcador de suceso histórico, un marcador territorial que pone limite a un área verde, un símbolo en tanto carga de identidad y un referente social en tanto punto de encuentro. No cabe duda que la movilidad social y cultural, en algunos casos, se puede calibrar desde “El Gallito”.

  Enviar | Imprimir