Miércoles 23 de Febrero
2000 |
Primera Plana |
El humor de dios y sus secuelas Juan Sebastián Gatti |
Ustedes no están para
saberlo ni yo para andarlo contando, pero donde esas coas
se conocen es sabido que la literatura afecta a la
realidad de maneras insospechadas. No hablo aquí de
anticipaciones vulgares como las de Julio Verne, ni de
las hordas de inocentes que conquistaron el Nuevo Mundo a
fuerza de haber leído demasiado Amadís de Gaula, sino
de asuntos más sutiles que, en general, solamente los
miembros del Club consiguen reconocer como verdaderas
intromisiones del otro mundo. A veces proceden de los libros (y no solamente de los considerados "literarios"; para el Gran Lector, todas las obras de los hombres son literatura). Por ejemplo, ha surgido recientemente una secta que insiste en que el mundo no es creación de dios, sino de un aspecto de dios que equivale a la imaginación. Los sacerdotes de esta secta hacen una descripción bastante esotérica de la Imaginación de Dios que corresponde, con notoria exactitud, a lo que los expertos pueden reconocer como un quark -esa extraña partícula que no puede partirse en otras y que, al mejor intento, produce otras iguales a sí misma-. Oscuras referencias al Humor de Dios -que parecen configurar una desviación del dogma- describen aproximadamente las características de lo que se espera que sea el bosón de Higgs. Pero muy a menudo las intromisiones pueden encontrarse en los periódicos, como cuando, hace unas semanas, La Jornada asentó en sus páginas la historia de una invasión de murciélagos en un pueblo de Chihuahua; o, más recientemente, cuando Enrique Doger aseguró que en la UAP todo el mundo está de acuerdo con que la universidad pública sea de cuota, y que sólo los miembros del CGH se niegan a pagar. Del humor de dios al de los rectores hay una triste decadencia, pero en ambos puede reconocerse la evidencia de un mundo distinto al nuestro. |